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Siendo mamá...

Mis maternidades han sido trampolines a la expansión, plataformas de despegue hacia una vida deseosa de ser descubierta. Todas y cada una de ellas me han enseñado capacidades, valores, virtudes, sueños, miedos, incertidumbres y tantos sentimientos ocultos en mí, sencillamente aguardando que algún suceso vital les abriese la puerta para mostrarse de manera consciente ante mis ojos y ser vividos en cuerpo y alma, profundamente con todo mi ser.

Somos tan complejos y únicos, tan grandes y poderosos los seres humanos que obviar nuestra condición primera sería un error muy grande. Si además de ser humanos, tenemos el privilegio de ser mujeres, entonces tendremos la oportunidad que nos brinda la sabia naturaleza, de tocar el cielo con las manos, sin despegar los pies del suelo. Sí, ni más ni menos. Da hasta vértigo de pensarlo!

Qué loable tarea se nos ha encomendado a nosotras, ombligos del la humanidad. Creamos vida dentro de nuestra vida, de nuestro cuerpo. Somos el puente destinado a atravesar, el pasaje majestuoso hacia un mundo tangible. Alimentamos con nuestro cuerpo a otro ser y además intentamos protegerle de toda inclemencia, de todo sufrimiento o mal. No somos acaso seres y mujeres grandiosas o grandes Diosas?

Tremenda tarea no puede menos que llevarse a cabo en compañía de otros, quienes deberían velar por nuestra seguridad y bienestar. Sólo así seremos capaces de desplegar todas nuestras capacidades innatas con el fin contribuir al desarrollo íntegro de otro ser humano. Una mamá felíz = un bebé felíz.

 

Con mi primera hija, comencé a disfrutar de lo que significaba ser mamá, comprendí entonces el significado de las palabras “amor de madre”, o instinto maternal. Descubrí el placer de amamantar y brindarle lo mejor de mí. Entendí que ya no era YO solamente, éramos un conjunto, una unión.

V. nació mediante un parto totalmente medicalizado, en febrero del 2001. Su lactancia duró 12 meses.
La experiencia de ser madre me condujo a observar con especial admiración un hecho tan natural y extraordinario al mismo tiempo, como la gestación y el nacimiento de un ser humano. Por ello decidí iniciar la formación necesaria para descubrir más conscientemente todo cuanto rodeara al mundo de la maternidad y la crianza. Llevando a cabo la formación necesaria que me pudiese ayudar a profundizar en ello.

Mientras iba absorbiendo dichos conocimientos, y seguía disfrutando día tras día con mi pequeña, sentí nuevamente el deseo de ser mamá. Pero en esta ocasión estaba dispuesta a surcar cuanto mar hubiese entre medio; para reunirme felizmente con mi segunda hijita. Tan diminuta y al mismo tiempo tan capaz de llevar consigo la poderosa energía de la mujer africana, cuyo hermoso color es el de la Madre Tierra.
L. Llegó después de un intenso proceso adoptivo lleno de momentos cambiantes, desconcertantes y plagados de ilusión y amor por un ser que aún no conocíamos, ni siquiera sabíamos si existía aún en algún lugar, si había nacido; en noviembre del 2009.
Con L. decidí iniciar una relactación, es decir aún no estando embarazada y no habiendo dado a luz, mediante estimulación y con muchos deseos, conseguí producir leche para ofrecerle.

Al poco tiempo, un nuevo y pequeño ser sorprendió mi cuerpo; quien a su paso me ofreciera la oportunidad de experimentar una mejor manera de llegar al mundo. Esta vez; más natural, más instintiva. Más respetuosa. Con él comprobé, que efectivamente la Naturaleza es Sabia. Sin duda alguna.
N. se anunció, de manera espontánea, tras años de espera y tratamientos médicos sin éxitos. Nació de manera natural sin medicalización alguna; en junio del 2010 a día de hoy, junio de 2014, naturalmente sigue mamando.

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